Isidro Muñoz Aibar .- Esta podría ser una frase demasiado categórica y, aunque la hayamos oído más de una vez en la vida, seguramente no nos la atribuiríamos a nosotros en ninguna ocasión. ¿O tal vez sí?
Seguramente la mayoría de nosotros no lo haría, pero seguro que otras frases no tan “lapidarias “ como ésta, tales como: “yo dibujo fatal”, “a mí no se me dan bien las matemáticas”, “tengo mala suerte para los negocios”, “este producto no se puede vender”, “yo soy así y no voy a cambiar” etc. las hemos pronunciado en más de una ocasión o, cuando menos, nos vemos identificados con alguna de ellas o alguna similar.
Frases de este tipo encarnan creencias limitantes, percepciones de la realidad, de cómo son las cosas o cómo deberían de ser, a las que damos valor de verdad e incorporamos a nuestro diálogo interiory les damos permiso para decidir nuestra actitud cuando enfrentamos una situación en la que tales creencias ponen a prueba nuestra autoconfianza o autoestima.
Estos pensamientos se van incorporando a nuestro sistema de creencias, a lo largo de la vida, a través de la educación, por modelado inconsciente, por la experiencia, modulando nuestro estilo de afrontamiento (actitud con la que de forma habitual reaccionamos a las cosas que nos suceden). Ejemplos de estilos de afrontamiento vemos cada día, por ejemplo, cuando ante una misma realidad unas personas ven dificultades casi insalvables mientras que otras ven oportunidades para crecer o para cambiar. Este ejemplo ilustra uno de los supuestos principales de la Programación Neurolingüística (PNL): “El mapa no es el territorio”, presupuesto que describe como cada persona conforma un mapa diferente ante una misma realidad, un territorio, en función de su sistema de creencias, valores, intereses, etc.
Cada uno de nosotros tiene, por tanto, una visión de la realidad, una opinión, unas creencias diferentes. Lo importante es aceptar que todos los mapas son válidos, entender la diversidad no sólo como una realidad sino también una como oportunidad para ampliar nuestra conciencia y que nuestro mapa está conformado, en gran medida, por nuestras creencias y que éstas tienen un papel modulador en nuestra actitud, les permitimos decidir nuestra actitud.
La actitud juega un rol decisivo en el éxito en la vida, tanto a nivel personal como profesional; de como armemos nuestra actitud de cara a enfrentar los retos que nos plantea el día a día dependerá el éxito o el fracaso en aquello que nos propongamos. Es el driver o motor de la acción, un estado de activación, que dirige la tendencia a actuar de determinada manera, con un alto componente emocional asociado, modulando la fuerza de nuestra motivación.
Se construye desde nuestro diálogo interior, pudiendo ser éste limitante o, por contra, empoderador. Un diálogo que brota de nuestro sistema de creencias e impacta en nuestro autoconcepto y nivel autoestima, motores ambos de la actitud.
Ser capaces de identificar estas creencias limitantes y actuar sobre ellas para neutralizar su efecto debilitador, sustituyéndolas por creencias empoderadoras, nos permitirá armar una actitud inquebrantable al desaliento y orientada al éxito.
Aquellas personas que tienen, a su vez, responsabilidad sobre otras han de ser conscientes del impacto que causan en éstas; bien conocido desde antiguo es el poder del efecto Pigmalión. De cómo incidan en la construcción de las creencias de los otros dependerá en gran medida su éxito.
Recordad a Will Smith en el papel de Chris Gardner en la película En Busca de la Felicidad, cuando le dice a su hijo: “Nunca dejes que nadie te diga que no puedes hacer algo…” Chris inculca en su hijo una creencia potenciadora para ayudarle a conseguir aquello que se proponga en la vida.
“Trata a un ser humano como es, y seguirá siendo como es. Trátalo como puede llegar a ser, y se convertirán lo que puede llegar a ser.” – Blaise Pascal
Isidro Muñoz Aibar
Licenciado en Psicología del Trabajo y de las Organizaciones
Instituto de Empresa e Innovación Criptoro (IEIC)