Efrén Arroyo Franco. Quizá la primera de las preguntas a hacerse es si estamos en una crisis económica.
La respuesta más correcta podría ser: No, pero seguro que sí. Como supongo que estarán un poco perplejos voy a intentar explicar esto lo mejor posible.
Hace ya varios meses que muchos, casi todos, los analistas serios hablaban de desaceleración económica y lo cierto es que viendo los datos era claro que en Europa y China el ritmo de crecimiento del PIB había caído, pero se crecía. Y en EE.UU. el crecimiento estaba estancado.
Por tanto, al finalizar 2019 se podía hablar de desaceleración económica mundial, pero en ningún caso de recesión ya que no se habían dado los dos trimestres consecutivos de decrecimiento económico que son necesarios para colgar esta etiqueta a la economía.
Si no hay siquiera una recesión, me parece inapropiado que hablemos de crisis para la cual debe haber decrecimiento económico durante un tiempo más prolongado y de una cierta intensidad. El ejemplo más reciente lo encontramos en 2008.
Y hasta aquí la argumentación sobre la crisis con los datos estadísticos en la mano.
Porque realmente todos sabemos que hallar soporte estadístico a nuestra realidad actual es cuestión de tiempo. A nadie se le escapa que estamos viviendo el comienzo de una de las mayores crisis económicas de la historia. Muchos incluso vaticinan que será aún peor que la depresión del 29. Quizá ahora entendáis el porqué de mi primera respuesta. Aquel “no, pero seguro que sí”.
La economía se mueve por ciclos eso ya lo sabemos, y el ciclo descendente normalmente comienza por una etapa de desaceleración, a la que le sigue una recesión que de ser continuada se convierte en crisis. Si la recesión representa una caída de más del 10% del PIB entonces podemos hablar de depresión, que además viene acompañada de perdida masiva de empleos, descenso del consumo y escasez de la producción.
Pues bien, parece que en esta ocasión la velocidad y la intensidad de la recesión nos va a llevar de la desaceleración a la crisis con depresión económica profunda en menos de los 2 trimestres que se requieren de testeo.
Hay que recordar que, en la crisis de 1929, el mercado tocó fondo en 1932. Es decir, durante algo menos de 3 años lo que comenzó siendo un crack financiero bursátil acabó contagiando a toda la economía con las consecuencias que todos sabemos y que forman parte de los hitos destacados del siglo XX. En nuestro caso actual no hay que esperar ningún contagio económico intersectorial, la paralización de la economía ha sido por decreto e inmediato y por tanto sus efectos también los serán.
En nuestros cursos del Instituto Financiero digital Criptoro (IFDC) ya se advierte que de la crisis de 2008 salimos a golpe de flexibilización cuantitativa (QE) y bajada de tipos hasta terreno negativo y que cualquier perturbación económica de cierta intensidad haría caer la economía, ya que volábamos (porque realmente estábamos volando) sin el paracaídas que supone disponer de medidas de política monetaria y fiscales, ya agotadas para salir de la anterior crisis.
Por tanto, nuestro referente ahora es la depresión del 29, que venimos nombrando con asiduidad en este artículo. Hay que aprender del pasado. Ya que no se ha aprendido a la hora de cometer los mismos errores aprendamos nosotros a la hora de adelantarnos a las posibles repercusiones.
Vamos viendo que al igual que hizo Roosevelt con el New Deal a partir de 1933 cuando incrementó el gasto público, para lo cual hubo de confiscarse el oro de los ciudadanos ya que el dólar en aquel momento se regía por el patrón oro. Los bancos centrales en la actualidad se preparan para una emisión monetaria indefinida según el BCE e ilimitada según la FED.
Pero acabamos de advertir que volamos sin paracaídas. Estas soluciones propuestas tendrán un recorrido muy corto y para nada van a solucionar el problema de raíz, es más, lo incrementarán y pueden traernos niveles muy altos de inflación, recordemos que además puede haber escasez de oferta.
Puede haber otra opción, y es entender que seguir aumentando la burbuja de la deuda no tiene sentido, es un camino hacia ninguna parte y además ya no produce efectos positivos. Pero como la economía ahora ya no produce, habría que confiscar la riqueza. Como hizo Roosevelt.
Todo podría pasar y debemos estar preparados e incluso sacar redito.
Y aquí es donde incluimos la nueva variable del s. XXI, que como es lógico no existía en la época de Roosevelt pero que muchos hubieran deseado.
Las criptomonedas.
De momento todas y cada de ellas son inconfiscables más aun si las resguardas en billeteras frías. Aunque no están exentas de problemas para el asunto que queremos resolver ya que la extrema volatilidad de mucha de ellas y el poco o nulo caso de uso de la gran mayoría hacen que en un momento determinado puedan hacerte perder más de lo que perderías con nuestros papeles entintados.
Sin embargo, existen un grupo de selectas que reúnen ciertas cualidades idóneas para protegerte de situaciones como la que estamos viviendo
Y en particular tenemos el Bitcoin. Además de ser inconfiscable, se ha diseñado para ser resistente a la inflación de hecho es deflacionario. Pero no es la única, existen otras monedas digitales que pueden preservar tus ahorros de excelente forma protegiéndote de las consecuencias de una crisis depresiva que tú no has creado.
La raíz de esta crisis es monetaria y el detonante ha sido una pandemia, pero hubiera podido ser cualquier otro factor ya que el problema real es 49 años de emisión de moneda sin valor.
Un desarrollo amplio de toda esta problemática y saber cómo enfrentarte a ella desde el conocimiento y el análisis lo puedes encontrar en nuestros cursos del IFDC. Así como elegir cual es la mejor forma de mantener tu patrimonio a buen recaudo.
Efrén Arroyo Franco
Criptoro Digital Blog