El dinero en efectivo es sin duda el mejor medio de pago con el que contamos actualmente.
Nos solo es el método más rápido (22 segundos de media por operación) sino que además proporciona un anonimato en nuestras transacciones que muchos valoran muy positivamente y que en ciertos países constituye la base de la economía.
Sin embargo, desde hace años se percibe al dinero en efectivo como algo molesto, tanto para gobiernos como para el propio sistema bancario.
Las razones no se exponen con rotundidad por parte de estas instituciones. Es decir, no lo anuncian abiertamente, pero hace ya mucho tiempo que pagar tus recibos en efectivo es una quimera, recibir tu sueldo en cash es sinónimo de delito fiscal, y por supuesto poseer una cierta cantidad de efectivo en tu casa (debajo del colchón, como se suele decir) te haría tener que responder a muchísimas preguntas.
En definitiva, el efectivo a partir de ciertas cuantías tiene un cierto halo de ilegalidad; que no se entiende ya que es un activo que emite el propio estado. Y sin embargo todos hemos asumido esta condición, de la misma forma que la fina lluvia acaba calando, es decir sin darnos cuenta.
Bien, pues a este lento pero continuo desuso al que se está dirigiendo el efectivo hay que sumarle ahora un presunto riesgo de contagio sanitario por contacto y claro, el efectivo pasa de individuo a individuo por lo que es altamente sospechoso.
Vivimos, además, un momento en que el pago con dinero de plástico es contactless con lo cual ya no es preciso tocar nada, o incluso podemos hacerlo con nuestro móvil, mejor aún ya que el pago de ciertas cuantías con tarjeta requiere introducir un código.
Resultado: ha disminuido aún más el uso del efectivo.
¿Significa esto que tras esta crisis sanitaria habremos dejado de usar el efectivo? Claramente no. Al menos si hablamos de una crisis sanitaria pasajera. Pero cuidado, no está muy lejano el día de su extinción.
Abandonar el uso del efectivo es obvio que está en la agenda, pero el riesgo de contagio asociado a su uso de momento parece secundario a juzgar por el espacio mediático que ocupa, no obstante experiencias pandémicas como la actual no cabe duda que aceleran el proceso.
En el horizonte podemos ver sin embargo circunstancias que cambiarán radicalmente el progresivo ritmo de eliminación del efectivo.
Acabamos de ver, que los sistemas de pagos alternativos al efectivo, evolucionan con mayor velocidad hacia métodos sin contacto, como demandará la sociedad futura; sistemas cada vez más rápidos y efectivos. La economía se va digitalizando y esto nos conduce al pago con dinero digital.
Estos sistemas de pago se van universalizando a través de todos los comercios a nuestro alcance y más tras la inevitable limpieza económica que viene. Llegamos a una etapa de triunfo del comercio electrónico a todos los niveles, y esta modalidad comercial es obvio que se paga con dinero digital.
Además, cada vez habrá menos comercios que se permitan el lujo de no disponer de terminales digitales, aquello de “No se aceptan tarjetas” comienza a verse inapropiado y esto también nos lleva al pago masivo con dinero digital.
Todos los grandes bancos centrales del mundo están estudiando emitir sus CBDC (dinero digital de los Bancos Centrales) es decir, que el actual dinero digital no les vale. Lógico por otra parte, después de años de sobre emisión y con el panorama que tenemos por delante. Pero este nuevo dinero digital no incluye formato físico.
Tener dinero en el banco cada vez será más caro. A las onerosas comisiones hay que sumar tipos de interés negativos más elevados que deberán ser repercutido a los depósitos.
Muchos buscarán refugio en activos menos costosos e íntegramente digitales, pero no todos…hay que recordar que aún existe una generación no digitalizada que sigue acudiendo al banco semanalmente a actualizar su cartilla y a que le proporcionen la cantidad de efectivo semanal, necesario para sus compras.
Por lo que, aquellos que huyendo de los costosos bancos decidan poner su dinero a buen recaudo en efectivo, debajo del colchón como antes decíamos, les espera aun un último invitado, la inflación sobrevenida tras años de estímulos monetarios salvajes y probablemente de unos últimos meses de emisión sin límite.
Hay que entender que una alta inflación ni es una cuestión azarosa ni se produce por generación espontánea, sino que, tras un largo periodo de creación desmedida de dinero sin contraparte productiva, sus efectos repercuten en la economía real en forma de aumento generalizado de precios. Consecuencia: Huida al formato digital y muerte del efectivo sin valor, pues ya existen los medios alternativos explicados en párrafos anteriores.
Como veis todos los caminos llevan al dinero electrónico, pero no al actual cuyo representante físico es el efectivo, sino a los CBDC de los bancos centrales y otras formas de dinero digital de emisión privada.
Será en este momento, por tanto, en el que para encontrar efectivo deberemos acudir a algún numismático y quizá nos pueda mostrar algún billete o moneda como reliquia del pasado.
Vemos un proceso en el que, para el nacimiento de una nueva realidad monetaria, el terreno ha de estar lo suficientemente preparado, en primer lugar, y posteriormente darse los acontecimientos adecuados que como masa nos empuje a tomar una determinada decisión de consumo.
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Efrén Arroyo
Criptoro Digital Blog