Pedro Quintana.- Hoy en día, con la que está cayendo, se escribe mucho acerca de la reclusión forzosa que supone la puesta en práctica de las medidas decretadas por el Gobierno de España.
Se oye mucho hablar de los pros y contras que, como toda circunstancia en la vida, nos trae esta situación que además no hemos elegido.
Me gustó mucho la perspectiva con la que mi vecino de blog Efrén Arroyo enfocó la realidad del teletrabajo y su impacto favorable sobre la calidad de vida de los ciudadanos, el ahorro en activos carísimos para las empresas y el retorno a un entorno más amable como el que ofrece la naturaleza en nuestra España vaciada.
Estos días en casa, dan para pensar mucho más en lo importante, dejando menos espacio para lo urgente.
Hoy quiero hablar de lo importante. Cuando preguntas a la gente de tu alrededor que es lo que esperan de la vida, normalmente se decantan por las cosas materiales y su posesión, el discurso del “tener” prevalece sobre cualquier otra orientación: Tener un buen trabajo, ganar cuanto más mejor, a veces sin importar los sacrificios y pérdidas que eso entrañe, tener una buena casa dónde vivir y una segunda vivienda en la costa, a ser posible en primera línea de playa. Cuando nos damos cuenta, hemos hipotecado nuestras vidas y en ocasiones las de nuestros descendientes, y de esta forma nos convertimos en esclavos del “tener” como objetivo en la vida.
¿Qué cosa podríamos hacer entonces? Está claro que debemos tener un propósito en la vida, y que necesitamos financiación. Viktor Frankl, psiquiatra austríaco padre de la logoterapia, escribió en su libro “el hombre en busca de sentido” que el cincuenta por ciento de sus pacientes neuróticos sanaba cuando finalmente encontraban su misión vital, cuando por fin encontraban lo que daba sentido a sus vidas.
No siempre es fácil pensar y llegar a descubrir qué cosa es importante para nosotros en la vida, cual es nuestro propósito. A veces situarse mentalmente en una situación extrema facilita el análisis. Imaginemos nos encontramos de modo hipotético en el último día de nuestra vida, y por tanto que mañana no existiremos, y nos preguntamos: “¿Qué es lo verdaderamente importante para mí en la vida?”
Seguramente la respuesta no tendrá nada que ver con “tener”. Probablemente nos centraríamos en nuestros seres queridos, hijos, nietos, pareja, ¿Qué legado como padre o madre dejo a mis hijos? ¿Cómo me recordarán?: “mis padres estuvieron prácticamente ausentes en casa, siempre trabajando, y cuando estaban en casa sólo discutían y cuando no, no querían que se les molestase”. O, por el contrario: “mis padres siempre estuvieron presentes apoyándonos y guiándonos en nuestra vida, y llenaron de amor nuestro hogar, fueron un ejemplo para nosotros”
Pues bien, volviendo a lo importante, estos días nos dan la oportunidad de compartir la realización de nuestro trabajo, que es necesario para la consecución de nuestros objetivos, y al mismo tiempo atender con devoción y cariño a nuestros seres queridos, realizar las tres comidas principales en familia, construyendo familia.
Veamos la actual circunstancia, no como un fastidioso problema que debemos soportar, sino como una oportunidad de oro para profundizar en la unión con los que más amamos