Jean-Paul van Oudheusden, eToro.- El resultado de las elecciones de EE UU tiene un peso significativo, ya que el candidato ganador marcará la pauta para los próximos años. Sin embargo, sigue siendo difícil calibrar hasta qué punto un presidente puede influir realmente en el crecimiento del PIB o en la evolución de los mercados bursátiles.

Más importante que el liderazgo político es la salud general de la economía, que actualmente sitúa a EE UU en una posición relativamente sólida. La Reserva Federal mantiene una amplia flexibilidad para responder a acontecimientos inesperados. Aunque los riesgos actuales aumentan la vulnerabilidad a las perturbaciones, las perspectivas a largo plazo siguen siendo positivas. Aun así, no debe subestimarse el impacto económico de las decisiones políticas.

En el centro de este acalorado debate electoral se encuentra la política fiscal, una cuestión clave que divide fuertemente a los candidatos. Los republicanos abogan por recortes fiscales para estimular el crecimiento económico, y Trump propone un drástico arancel del 60% sobre las importaciones chinas, una medida arriesgada con posibles repercusiones para los consumidores estadounidenses. Por el contrario, los demócratas piden subidas de impuestos a los más ricos para hacer frente a la creciente desigualdad de las rentas, un cambio que podría afectar profundamente a sectores como los bienes de lujo, las telecomunicaciones y los servicios financieros.

Las políticas de Trump podrían favorecer al sector de defensa, mientras que una victoria de Harris podría poner más en evidencia al sector sanitario. En cuanto a la política energética, los combustibles fósiles y las energías renovables están en franca oposición, lo que crea incertidumbre para las empresas. Sin embargo, existe un consenso bipartidista sobre la acuciante necesidad de invertir en infraestructuras estadounidenses y sobre la importancia de mantener el liderazgo tecnológico frente a China.